Aprendiendo buenas características: Tener el convencimiento de que Jesucristo nunca rechazará a nadie.

Me ha tocado escuchar a más de una persona mencionar frases como: «Dios no me va a perdonar nunca lo que he hecho», «no merezco el perdón de Dios», «he sido tan malo que ni Dios mismo me perdonará», «estoy tan sucio de pecados que no me puedo acercar a Dios porque sin duda me rechazaría».

Estas frases son muestra de lo que nosotros humanamente sentimos y seríamos capaces de hacer, es decir si pensamos que Jesús nos va a rechazar es porque nosotros rechazaríamos a alguien que estuviera en nuestra condición o posición, o bien que nosotros no seríamos capaces de perdonar a quien hiciera algo que nosotros ya hicimos, es por ello que nos cuesta tanto trabajo perdonarnos a nosotros mismos.

Pero Jesucristo no es así, Él tiene misericordia de nosotros, nadie por más inmundo o sucio que se sienta debería pensar en el rechazo de Jesús, porque el amor que nos tiene supera cualquier pecado, cualquier condición, cualquier maldad, no debemos dudar jamás de la misericordia de Él, porque no solo nos recibirá sino que además nos lavará, santificará y justificará delante del Padre para hacernos herederos del reino, esto es lo que dice 1 Corintios 6:9-11:

1 Corintios 6:9-11 «9 ¿No sabéis que los injustos no heredarán el reino de Dios? No erréis; ni los fornicarios, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los que se echan con varones, 10 ni los ladrones, ni los avaros, ni los borrachos, ni los maldicientes, ni los estafadores, heredarán el reino de Dios. 11 Y esto erais algunos; mas ya habéis sido lavados, ya habéis sido santificados, ya habéis sido justificados en el nombre del Señor Jesús, y por el Espíritu de nuestro Dios.»

Podemos considerarnos injustos por lo que hayamos hecho, pero Jesús vino a sufrir y a morir por nuestras injusticias para reconciliarnos con el Padre, así que no hay razón alguna por la que podamos argumentar que nos rechazará, Él mismo dijo:

Lucas 5:31-32 «31 Respondiendo Jesús, les dijo: Los que están sanos no tienen necesidad de médico, sino los enfermos. 32 No he venido a llamar a justos, sino a pecadores al arrepentimiento.»

Ahora veamos un ejemplo de la misericordia de Jesús, de su amor y de su voluntad de ayudar a las personas sin importar su condición:

Mateo 8:1-4 «1 Cuando descendió Jesús del monte, le seguía mucha gente. 2 Y he aquí vino un leproso y se postró ante él, diciendo: Señor, si quieres, puedes limpiarme. 3 Jesús extendió la mano y le tocó, diciendo: Quiero; sé limpio. Y al instante su lepra desapareció. 4 Entonces Jesús le dijo: Mira, no lo digas a nadie; sino ve, muéstrate al sacerdote, y presenta la ofrenda que ordenó Moisés, para testimonio a ellos.»

Para entender este pasaje, es necesario saber que la lepra era la enfermedad más terrible que existía en aquel entonces, tanto por el daño físico que causaba en las personas, como el hecho de que si se diagnosticaba esa enfermedad a alguien se le negaba todo contacto con el resto de la gente, en el tiempo de Jesús los leprosos vivían fuera de Jerusalén y no se les permitía entrar, estaba prohibido acercarse a un leproso a menos de dos metros de distancia, mucho menos se les podía tocar, porque además del riesgo de contagio se consideraba inmunda a la persona que los tocara.

Esta enfermedad daba un aspecto horrible a quien la padecía, porque iniciaba con llagas pero poco a poco la piel se les caía, produciendo una supuración repulsiva, llegaban a perder miembros por completo, sus músculos se desprendían y los tendones se tensaban perdiendo mobilidad, era realmente una muerte lenta que podía durar de 9 a 30 años según el tipo de lepra que se padeciera, por si eso fuera poco debían de gritar ¡impuro! ¡impuro! a su paso para que fueran plenamente identificados.

Ningún leproso se acercaría a alguien más sin que fuera apedreado, pero nadie permitiría que se le acercara un leproso por lo repulsivo de su aspecto y temor al contagio, sin embargo en este pasaje encontramos que Jesús no solo permitió que se le acercara sino que además lo toco y lo sanó.

Nadie por inmundo que se considere debe pensar en el rechazo de Jesús, posiblemente sea rechazado por todas las personas a su alrededor, posiblemente nadie permita que se acerque o que le hable siquiera, pero Jesús lo recibirá, lo tocará, lo sanará y le perdonará sus pecados, Jesús le espera con los brazos abiertos para darle una nueva oportunidad.

No lo piense más, acerquese a Jesús, como este leproso, con humildad, sin exigencia, sabiendo que en su infinita misericordia será limpio de toda impureza y mudado en una nueva criatura.

Dios les bendiga.